¡Hagamos piña!
Carlos Cáceres, psicólogo de la EDM
Para algunos ya comenzada la temporada, y para otros a punto de comenzar, se avecina un nuevo año lleno de retos, desplazamientos, madrugones, nuevos entrenadores y, sobretodo, una nueva etapa con nuevos y antiguos compañeros.
Cada año surge el mismo temor, y es si lo van a separar de su amigo o amigos del equipo, de cómo se va a integrar en su nuevo conjunto, y muchas veces se suma a esto el temor a perder la relación con el grupo de padres con el que se ha compartido el año, o incluso varios años.
El desarrollo de cada jugador en una escuela deportiva es diferente, y por ello hay que ser consciente de que un grupo que se ha creado un año, no tiene por qué continuar configurado de la misma manera al siguiente, independientemente de cómo hayan ido los resultados. Así como habrá jugadores que adquirirán habilidades y rendirán a ritmos completamente diferentes.
Es importante favorecer el apoyo incondicional del grupo en el que se está, así como favorecer la integración de las personas que se incorporan nuevas, ya que las actitudes que se fomentan como padres y madres quedan en numerosas ocasiones reflejadas en los vestuarios.
Si no hay una relación sana entre padres, se generan diferentes grupos y no se incorpora a aquellos que llegan nuevos/as, o se genera animadversión hacia el entrenador o entrenadores, lo que puede generar diferentes reacciones en los jugadores:
– Puede provocar una falta de adaptación en el equipo. Al no coincidir en entradas y salidas con otros padres, al irse rápidamente sin interactuar y al no fomentar vínculos se puede dificultar una correcta adaptación.
– Puede aparecer una falta de motivación, generada por haber diversos grupos creados y no sentirse perteneciente a ninguno de ellos.
– La relación puede verse empeorada con los compañeros como consecuencia de una mala relación con los padres. A la larga, esta situación puede generar un vestuario dividido.
– Abandono deportivo.
Por ello, se pueden llevar a cabo una serie de pautas que pueden favorecer una mejor relación dentro del entorno deportivo, así como un mayor disfrute de los más pequeños:
– Fomentar la relación con los compañeros. Como padres, se puede tratar de fomentar en los hijos que favorezcan la incorporación de los nuevos y que si se detecta alguna mala relación o comentarios que no son adecuados, se actúe.
– Favorecer la relación con el resto de padres. Independientemente de si ha habido una relación en años anteriores o no, cada año es una buena opción para generar vínculos. Obviamente, con unas personas habrá más afinidad que con otras, pero las buenas relaciones se ven reflejadas en el campo.
– Recordarles que el rival no está dentro del vestuario. Por ello es importante cuidar a todos los componentes que forman el equipo.
– Las excursiones y viajes son una buena excusa, tanto para que los hijos se relacionen, como para los propios padres. Es ideal aprovecharlos.
– Recordar que un castigo con no ir a entrenar no es una buena opción, ya que limita el desarrollo personal y deportivo.
Una de las labores del entrenador es tratar de mantener un equipo unido y con las relaciones entre jugadores lo más sanas posibles. Desde la grada se puede observar y aportar mucho para que esto se consiga y se mantenga.